Hace algunas décadas, el valor de las mujeres se medía por su virginidad. En ese entonces, ser virgen era considerado una especie de “certificado” de que una mujer era apta para el matrimonio. Hoy, aunque muchos hombres ya no tienen como objetivo casarse, continúan clasificando a las mujeres entre quienes son “para una relación” y quienes son “para pasar el rato”.
Por esta razón, muchos hombres sienten temor cuando las mujeres dejan atrás los tabúes tradicionales en torno al sexo. En el fondo, todavía asocian la personalidad femenina con la frecuencia de sus relaciones sexuales o las posiciones que prefieren en la intimidad. Lamentablemente, la cultura patriarcal sigue profundamente arraigada en nuestra sociedad. Por eso, la autonomía sexual femenina continúa incomodando a muchos hombres, incluso hoy.
Además, temen perder ese papel dominante que han ocupado durante siglos en las relaciones. Cuando una mujer toma la iniciativa en el sexo o expresa abiertamente lo que le gusta, algunos hombres lo perciben como una amenaza a su frágil masculinidad.
Según especialistas, este cambio en el comportamiento femenino genera un choque cultural para muchos hombres, que aún están atrapados en antiguos estereotipos. Les cuesta replantearse lo que se les enseñó y reforzó durante siglos, y eso les resulta aterrador.
Actualmente, más del 60 % de quienes cursan estudios universitarios son mujeres. Muchas han accedido a la educación superior, cursado carreras técnicas y logrado empleos estables, marcando una gran diferencia frente a generaciones anteriores. El acceso al conocimiento, que antes era casi exclusivo para los hombres, ha cambiado radicalmente.
Aun así, algunos hombres continúan manifestando actitudes machistas como el mansplaining o el manterrupting. El mansplaining ocurre cuando un hombre le explica algo a una mujer asumiendo que ella no lo sabe, solo por su género, aunque tenga la misma formación o experiencia. El manterrupting sucede cuando interrumpe constantemente lo que una mujer está diciendo, creyendo que su voz es más importante. ¿Irritante, no?
En tiempos pasados, las mujeres no contaban con las herramientas ni las oportunidades para ingresar al mundo laboral. Muchas ni siquiera asistían a la escuela. Su preparación para la adultez consistía, básicamente, en encontrar un buen esposo y convertirse en la mejor ama de casa posible. Ese era el único camino que se les enseñaba a seguir.
Por eso, hay hombres que al notar que una mujer es más preparada, más culta o con mayor capacidad intelectual, pueden experimentar una pérdida del deseo sexual. El que ella destaque en lo académico o profesional, en lugar de parecerles admirable, puede generarles inseguridad o rechazo.
Jamás permitas que los prejuicios te impidan disfrutar tu libertad sexual ni que te hagan sentir menos merecedora de ser feliz. No necesitas la validación de ningún hombre para vivir plenamente, y mucho menos debes sentirte sometida o emocionalmente dependiente de quien no respeta tu independencia.
Es cierto que aún queda un largo camino por recorrer hacia una equidad real entre géneros, pero eso no significa que debamos aceptar las actitudes machistas como algo natural. Todo lo contrario: podemos generar cambios desde lo cotidiano, mostrando una nueva perspectiva sin imponerla, pero sí despertando reflexión.
Tal vez, al compartir tus ideas con respeto y firmeza, logres que alguien cuestione sus creencias machistas. ¡Incluso podrías transformar a alguien que jamás se había detenido a pensar en lo injusto que puede ser este mundo para nosotras! Eso sí: actúa con inteligencia emocional. Si respondes desde la rabia, podrías generar rechazo en lugar de entendimiento. Recuerda: las semillas del cambio se siembran con empatía, no con confrontación directa.
Por eso, nunca permitas que ningún hombre te haga sentir inferior. Tu valor no depende de su aprobación ni de su mirada. Avanza con determinación, defiende tu libertad y tu derecho a decidir sobre tu cuerpo y tu vida.
Escrito por: PatryLozano
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